Análisis Vertele.com

Mil preguntas sobre la medición de la audiencia en televisión

¿Cuánta gente ha visto, en el mundo, el último capítulo de “Lost”? El dato preciso seguramente no existe y es imposible de conseguir. Se podrán hacer estimaciones y proyecciones estadísticas, pero se quedarán en esto: estimaciones.

A los espectadores que han seguido “Perdidos” a través de las pantallas convencionales hay que sumarles los que lo han bajado de internet, los que lo han visto en “streaming”, los que han conseguido una copia “pirata” en DVD, los que lo han recibido a través de correo electrónico, los que tienen un “pen drive” que les ha pasado un amigo, los de pago...

Se acabó el televisor único

Hace ya veinte años que España mide las audiencias en televisión. Dos décadas en las que los sistemas de medición se han ido adaptando a los cambios constantes que se han ido produciendo. Pero lo que se avecina ahora, lo que ya se está produciendo, es una revolución sin precedentes que obliga a un esfuerzo mucho mayor para conseguir datos fiables.

De entrada, se acabó lo del televisor único en el salón principal: lo que hay ahora en cada casa son muchas pantallas, en todas las habitaciones, incluso en el baño, y no todas de televisión. Si antes nuestra televisión fija estaba atada a un cable de electricidad y a una antena, ahora teléfonos móviles sin hilos y ordenadores portátiles nos dan una libertad absoluta. Nos sirven imágenes cuando queremos en cualquier lugar.

Y lo que hay, también, son muchas maneras de acceder a los contenidos, no todas ellas controlables.

Más inmigrantes y personas viviendo solas

La sociedad española tampoco es la misma. Más del diez por ciento de nuestros vecinos son inmigrantes y cada vez hay más hogares unipersonales, familias monoparentales o pisos compartidos. La tecnología también es distinta. Y nuestro nivel económico.

La mitad de la población española tiene un ordenador en casa, con un crecimiento considerable de portátiles y extensión de la banda ancha fija y móvil, lo que permite una sintonización casi universal de la televisión.

Más cadenas de televisión, más descargas, más “streaming”

Tenemos también muchísimas más cadenas de televisión y podemos acceder, con relativa facilidad, a cualquier programa de cualquier país del mundo consiguiendo, en segundos, subtítulos que superan las inevitables barreras que pone la lengua.

¿Responde a este reto el actual sistema de medición de audiencias? Ésta es la pregunta del millón de dólares.

La implantación de sistemas interactivos cambiará, también, inevitablemente nuestra manera de ver y medir la televisión.

Todos los contenidos se pueden ver ahora de forma transversal. Están disponibles en tres medios principales: televisores, ordenadores y, pronto, teléfonos móviles y “tablets” como el Ipad de Apple.

Los consumos, cada vez más fragmentados

Hace veinte años, cuando se empezó a medir la audiencia de televisión en España, en 1989, no existían Antena 3, Tele 5 o Canal Plus, y había muy pocas cadenas autonómicas en España. Telemadrid y Canal 9 siguieron el camino iniciado por ETB. TV3 y TVG en aquellas fechas.

Algunos recuerdan con nostalgia lo fácil que era, un poco antes, sin autonómicas y sin privadas, calcular el reparto de espectadores entre las dos cadenas de TVE: no había audímetros, pero las encuestas en la calle también daban datos: 80% para la Primera Cadena; 20% para la Segunda Cadena.

¿En millones de espectadores? Veinte millones para TVE-1, cuatro millones para TVE-2.

Hoy, el número de cadenas es enorme, casi 8.500 en Europa, 200 de las cuales en España, sin contar televisiones locales y las que se difunden a través de internet.

La digitalización del país ha provocado el nacimiento de muchos canales en abierto. La fragmentación del consumo, que antes era exclusiva de las televisiones de pago, se extiende ahora a la televisión en abierto.

Lo que hay que solucionar

Las nuevas mediciones de consumo de televisión deberán solucionar dos problemas básicos: conseguir muestras representativas y que sean muy fieles a la fragmentación del mercado.

La multiplicación de la oferta televisiva y tecnológica obligará a hacer cambios en la medición. Si la oferta aumenta, si cada vez hay más medios para difundir las imágenes, la demanda también cambiará. De hecho, ha cambiado ya.

La nueva tecnología deberá permitir identificar fehacientemente las señales recibidas por los espectadores, y la medición mecánica deberá ser completada con estudios que avalen la precisión de los resultados.

Los operadores de televisión deberán colaborar para solucionar esto problemas incorporando códigos claros a sus señales para evitar confusiones: que las audiencias de un canal, por ejemplo, no se atribuyan a otro.

Muchas cuestiones por resolver

Pero ¿cómo medir con rigor los distintos soportes, los múltiples formatos? La audiometría, de momento, está muy centrada en los hogares familiares principales.

No hay datos excesivamente fiables de segundas residencias, de consumos que se producen fuera del hogar: en cafés, restaurantes, clubes sociales, hoteles; pero tampoco están controlados terceros, cuartos, quintos sistemas de visionados en el hogar o fuera de él si no son pantallas convencionales (ordenadores portátiles, teléfonos móviles, visionados en diferido).

Recordemos como la Selección española de baloncesto ganó una final mundial, que todo el mundo vió, y que, sin embargo, contabilizó sólo -técnicamente- cinco millones de espectadores. Los bares abarrotados en una luminosa mañana de fin de semana no salían reflejados en las mediciones de audiencias.

¿Podremos medir en tiempo real visionados de descargas y “streamings”?

¿Cómo se podrá medir el consumo de programas, películas o series extranjeras que ni tan sólo se han programado o estrenado en cadenas nacionales que llegan al hogar bajadas de Internet, por ejemplo, o que están en discos duros o DVD no vinculados a una pantalla convencional, o que se consumen “online”?

¿Permitirán los avances técnicos medir con rigor estos consumos?

Sabemos que se trabaja en ello y que el paso que ya se ha dado es el de dejar de pensar sólo en pantallas convencionales.

Solo existe lo que se ve. Sea a través del medio que sea.

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