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Muere Lara, creador de Planeta

José Manuel Lara Hernández, creador de editorial Planeta y del premio que lleva su nombre, falleció a primeras horas de la noche de ayer como consecuencia de una enfermedad muscular degenerativa. Tenía 88 años. Lara, el hombre que revolucionó la edición española durante el franquismo con audaces técnicas de marketing creando la primera multinacional española de la cultura, el hombre que consiguió “que una pléyade de escritores pudieran vivir de su pluma, cuando antes de Lara escribir en España era llorar”, en opinión de uno de sus autores, sufría desde hacía años esta dolencia, recrudecida desde el pasado septiembre. Nacido el día de Nochevieja de 1914 en la localidad sevillana de El Pedroso, hijo de un médico rural, en su adolescencia pasó por diversos oficios hasta recalar en el Madrid de la República donde se ganó una temporada la vida trabajando como “boy” de la vedette Celia Gámez, en cuya compañía coincidió con Tony Leblanc. Hizo la guerra en las filas franquistas -una convicción política que nunca abandonaría- y entró en Barcelona como oficial de la Legión. Esta ciudad marcaría para siempre su destino. En 1941 se casaba con una joven catalana, María Teresa Bosch, cuya influencia sería decisiva sobre las empresas que Lara llevaría a cabo en los años siguientes.

Llegó al mundo editorial casi por casualidad. Primero puso en marcha una academia de enseñanza general, cuyos ingresos complementaba con pequeñas compraventas en el empobrecido panorama. En 1944 decidió ampliar sus horizontes comprando, junto con el exiliado húngaro F. Oliver Brechfeld, la pequeña editorial Tartessos. La experiencia no funcionó, pero en 1949 decidió volver a la carga y crear la editorial Planeta: el nombre se debe a que “era lo más grande que se le ocurrió y dijo que no se conformaba con menos”, según ha relatado el escritor Carlos Pujol.

En el mundo editorial de postguerra, la irrupción de Lara tardó poco en hacerse notar. Los grandes editores españoles de los años 40 eran gente de letras, figuras de aire británico, como Josep Vergés, el propietario de Destino, o Josep Janés, el gran difusor de la literatura inglesa en España. El andaluz era un personaje de otro estilo, un hombre de acción, dicharachero y extrovertido, sin especiales fijaciones literarias, un terreno en el que se fiaba sobre todo del conocimiento y la intuición de su esposa.

Los primeros éxitos de Planeta se debieron a best-séllers como “Mientras la ciudad duerme”, del norteamericano Frank Yerby, y a otras novelas de autores comerciales de la época como Vicky Baum o Pearl S. Buck. Pero el gran hallazgo sobre el que se afianzó la editorial fue un autor que venía de los cuarteles rivales. El escritor gerundense José María Gironella le había propuesto a Vergés que le editara “Los cipreses creen en Dios”, un novelón de 800 folios sobre los preliminares de la guerra civil española. El dueño de Destino había declinado; le asustaba la extensión y no creía que el tema tuviera gancho. A través del periodista madrileño César González Ruano, Gironella contactó con Lara. El mismo día María Teresa Bosch empezó a leer el manuscrito, y en unas horas la publicación se había decidido. Fue un éxito inenarrable con incontables sucesivas ediciones, probablemente el mayor best-seller español de postguerra; su visión de la contienda dio pie a un amplio debate en España y rápidamente fue traducida a una decena de idiomas. Constituyó la primera parte de una trilogía que, junto con las dos obras que siguieron -“Un millón de muertos” y “Ha estallado la paz”- ha vendido hasta el presente cerca de seis millones de ejemplares.

Hubo otros éxitos: en 1952 Lara creó el premio Planeta, una iniciativa en la línea del premio Nadal de Vergés pero con el que lograría generar mucho más ruido a medida que las dotaciones económicas subían y que autores como Ana María Matute, Emilio Romero, Torcuato Luca de Tena o Luis Romero lo obtenían con novelas que resultaban rotundos best-sellers. y a veces provocaban escándalos, que en mayor o menor medida ha ido enriqueciendo un amplio anecdotario que llega hasta nuestros días, con jurados divididos, acusaciones de plagio, sospechas de que la editorial había “encargado” el libro ganador... Se creía que Lara fomentaba estas polémicas. “Sin premio, un autor español no vende, por lo común, más de dos o tres mil ejemplares. Con los premios se llega a decenas de miles. Así que no puede dudarse ante la alternativa”, declaró el editor andaluz en una ocasión. Con una dotación de cien millones de pesetas que le convertía en el más suculento galardón otorgado en el ámbito hispánico, el Planeta cumplió cincuenta convocatorias en el año 2001, habiendo incrementado su nómina con las principales figuras del panorama, de Marsé a Vargas Llosa y de Vázquez Montalbán a Cela.

Posiblemente Lara fue el primer editor español que supo jugar a fondo los recursos mediáticos: se dejaba fotografiar entregando un fajo de billetes en concepto de adelanto a Pío Baroja, o le daba a uno de sus autores un “haiga” en concepto de derechos de autor... En las postrimerías del franquismo, supo ver que en España iba a producirse un importante cambio histórico que también revolucionaría las lecturas de los españoles. Encargó a Rafael Borràs Betriu que recogiera los mejores testimonios para comprender ese cambio, y así nació la colección Espejo de España, donde a partir de 1973 se publicarían las memorias y biografías de los principales protagonistas de la España contemporánea, de Azaña a Serrano Suñer y de Francisco Franco Salgado Araujo a Santiago Carrillo. Con una tirada media de cien mil ejemplares, fue una de las iniciativas editoriales más relevantes de la Transición.

Tras expandirse en el campo de los fascículos junto con el sello italiano de Agostini, en los años 80 la editorial Planeta inició una política de compra y creación de nuevas editoriales que la convertirían en el mayor grupo del mundo hispano –y el número 8 del mundo–, integrando a sellos como Seix Barral, Destino, Temas de Hoy y Espasa Calpe, hasta deslizarse, a fines de los 90, hacia la empresa multimedia. Con la incorporación al negocio familiar de sus hijos (José Manuel y Fernando –fallecido en 1995–; hay otras dos hijas, Maribel e Ines) Lara fue desvinculándose de las funciones ejecutivas.

La capilla ardiente por el editor fallecido se abrirá hoy en la Casa Lleó i Morera (Paseo de Gràcia. 25), sede barcelonesa de la Fundación Lara.

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