Berlusconi y Europa

La clave es Murdoch

Qué he hecho yo para merecer esto?, debe preguntarse nervioso Silvio Berlusconi cada vez que un ejemplar de “The Economist” aparece en el correo del palacio Chigi con sus dardos envenenados. Y es que el prestigioso semanario inglés ataca a “il Cavaliere” con la misma saña que a los regímenes más repugnantes del Tercer Mundo.

Hay una doble explicación, política y empresarial. Por un lado, la falta de sintonía política entre anglosajones e italianos y el desprecio que la descarada corrupción berlusconiana inspira en el puritano Londres. Por otro, la rivalidad entre los imperios mediáticos del primer ministro italiano –amigo y aliado de Rupert Murdoch– y del grupo Pearson, que controla “The Economist” y “The Finantial Times”. Las portadas de “The Economist” ridiculizando a Berlusconi como el paria de la política europea no son más que una pequeña batalla dentro de la gran guerra de consolidación y expansión de los mercados audiovisuales. Los grupos Pearson y Mediaset (de Berlusconi) son dos de los cinco gigantes que luchan por repartirse el pastel continental, junto con el grupo Kirch alemán, B de Rupert Murdoch, y Vivendi (heredero de las migajas de Canal Plus Francia).

No es casualidad que los ataques del grupo Pearson a Berlusconi se hayan incrementado con el nacimiento de Sky Italia, un canal de televisión por satélite controlado por Murdoch y que aspira a tener pronto una audiencia de diez millones de telespectadores con el anzuelo del fútbol. Su entrada en sociedad ha sido la retransmisión del partido inaugural de la temporada (Juventus-Milan desde Nueva York), y ya tiene asegurados los derechos de todos los equipos del “calcio”. Aunque Sky Italia es sobre el papel un competidor de Mediaset en el ámbito de la televisión generalista, Pearson está convencido de que existe una alianza entre ambos para hacerse con el control del mercado audiovisual italiano a expensas de la RAI. En el delicado equilibrio de poderes de los “cinco gigantes” hay que tener mucho cuidado con el crecimiento de los demás, siempre a expensas del propio.

El grupo Pearson (con ingresos anuales de 3.600 millones de euros, frente a los 2.400 de BskyB y los 1.900 de Mediaset, según las últimas cifras) recela de la amistad de Berlusconi y Murdoch, que comparten las mismas ideas neoliberales y similar falta de escrúpulos empresariales. El multimillonario de origen australiano ha estado a punto de persuadir a su amigo para que le venda Mediaset (no lo hizo porque sus hijos se opusieron).

El gran designio de Rupert Murdoch –apodado “el don Giovanni de los negocios”– es minar las televisiones estatales, ya sea la RAI o la BBC. En Italia es uña y carne con Berlusconi, y en Gran Bretaña tiene una alianza estratégica con Tony Blair, a quien respalda en sus proyectos políticos, con excepción del euro, a cambio de ayuda para el control del mercado audiovisual (su próximo objetivo es adquirir el Canal 5 de televisión terrestre).

Gracias a las políticas de privatización y desregulación, los medios de comunicación han seguido los pasos de la industria del petróleo y el automóvil hasta convertirse en un oligopolio controlado por siete grandes corporaciones (AOL-Time Warner, Disney, Sony, Vivendi, Viacom, Bertlesmann y la News Corporation de Murdoch) que hacen de correa de transisión del dominio cultural de EE.UU. y patrocinan una agenda pro negocios, consumista, militarista, individualista y conservadora, contraria a la alteración de las estructuras sociales. Controlan los grandes estudios de cine de Hollywood, los canales de televisión norteamericanos (con excepción del pequeño PBS), el 85% del mercado de la música y gran parte de las emisoras de cable y satélite. Silencian las “ideas rebeldes” sin necesidad de practicar una censura descarada y su objetivo común es vender el mismo producto a una audiencia global lo más homogénea posible.

Mediaset y Pearson juegan en la segunda división de la “liga de las comunicaciones”, a años luz de “galácticos” como la News Corporation. En un mar de tiburones con redes cada vez más dominantes de producción y distribución, la única alternativa es expandirse o morir. Los pequeños que no pueden competir deben “integrarse” en los grandes. Por ello la alianza Murdoch-Berlusconi inquieta a Pearson, y el dirigente italiano es un blanco no sólo político sino también empresarial.

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