Opinión

La prensa “seria” critica la telebasura pero se lucra con anuncios que fomentan la prostitución

La prensa convencional, que tantas páginas ha llenado para condenar la telebasura o el erotismo en Internet, no tiene en cambio ningún escrúpulo en potenciar cada vez más el consumo y el ejercicio de la prostitución a través de sus anuncios clasificados, con contenidos claramente pornográficos y cada día en mayor cantidad. Según un estudio realizado por El Confidencial Digital, diarios tan prestigiosos como El País, ABC, El Mundo, El Periódico, La Razón o La Vanguardia dedican más del 60% de sus clasificados a anuncios de contactos sexuales, con descripciones explícitas de los servicios ofrecidos y del precio que cobran las prostitutas y prostitutos en cuestión. Algunos, para incrementar la tarifa, han introducido la nueva modalidad de incorporar fotos de chicas casi desnudas. Los directivos de los llamados diarios “serios” siempre eluden hablar de este tema, o como máximo bromean sobre la cuestión, tratándola de pura anécdota sin importancia. Cuando Javier Sardá denunció en Telecinco que los mismos periódicos que le criticaban por “hacer cualquier cosa por dinero” se lucraban con este tipo de publicidad porno, un editorial de El Periódico le replicó tratando al presentador de Crónicas Marcianas casi de vicioso, por haberse fijado precisamente en esta sección del diario y no en otras. Además, no se acepta que sea prostitución el servicio de estas mujeres y hombres que alquilan su cuerpo por horas, en apartamento privado y previo pago. Eso sería si lo hicieran en la calle o no tuvieran presupuesto para publicidad. Si pueden pagar unos anuncios en la prensa escrita, a este oficio tan antiguo lo llaman eufemísticamente “scort services” o servicios de compañía. Una especie de ONG, vaya. El estudio de El Confidencial Digital certifica, efectivamente, que prácticamente todos los diarios españoles dedican semanalmente más del 60 por ciento de sus anuncios clasificados a los “contactos” de relaciones y sexo. El trabajo de campo, que ha consistido en analizar la sección de anuncios por palabras de los principales periódicos de tirada nacional (El País, El Mundo, El Periódico de Cataluña, ABC, La Razón y La Vanguardia) entre los pasados días 2 y 7 de noviembre, arroja otros datos significativos. La Vanguardia alcanza una media del 38 por ciento (en los tres días de la semana que llevaba esta sección); ABC, una media del 36; y La Razón, el 30. El pasado viernes, El Mundo batió todos los récords con el 86 por ciento de anuncios de contactos (804 de un total de 928). Ese día, El País llevaba un 73 (769 de 1040). El Periódico de Cataluña logró el lunes anterior un 77 de media, al publicar 649 anuncios de este tipo sobre un total de 838. En número de “scort services” publicados por días, El País se lleva la palma, con unos 800 o 900 anuncios diarios. Le siguen El Mundo (800), El Periódico (600), La Vanguardia (500), ABC (400) y La Razón (250). Paralelamente, el International Herald Tribune ha decidido no publicar más anuncios de prostitución. La razón aducida por el presidente del diario es que este tipo de publicidad no encaja “con los estándares y valores de la empresa”. La decisión también fue una respuesta a las informaciones acerca de una red de prostitución que utiliza este tipo de anuncios por palabras. Es bueno que en estos tiempos en que tanto la televisión como el resto de medios de comunicación son analizados con lupa para ver si hay alguna algún vicio que denunciar, o alguna mota por pulir, nos fijemos también en esta contradicción: los editoriales y artículos de opinión de los grandes diarios siempre son de un puritanismo extremo, de una exaltación de lo políticamente correcto, de una feroz crítica a lo que hacen los demás “por dinero”, de un rechazo a la “vulgaridad” de la televisión... y en cambio estos mismos periódicos, sin ningún rubor, publican los textos más pornográficos imaginables, con una masiva invitación diaria a que la gente vaya de putas, hablando en plata. Ahora que hablamos tanto de horario infantil en televisión, de protección a los menores, es conveniente recordar que estos diarios “decentes” están en todos los hogares y no precisamente escondidos en un cajón junto al Playboy, el Private o el Penthouse. Los periódicos, muchos de ellos con subvenciones y ayudas oficiales, circulan libremente incluso en las escuelas, lo leen los niños y niñas con gran regocijo al llegar a estas páginas tan calientes. Y estos diarios no llevan ningún indicativo de “no apto para menores de 18 años” ni ninguna etiqueta de “follar mata” (de placer, claro). Bromas aparte, de esta publicidad nadie se escandaliza. ¿Por qué la prensa publica estos anuncios que serían considerados extremadamente groseros si se hicieran en algún programa de televisión? (“Hay que censurar esta pornografía, estas cosas deberían estar prohibidas, acabemos con la telebasura!!!”). ¿El contenido de estos mensajes publicitarios se corresponde con su línea editorial? No, lo hacen por dinero. Y como esto es la ley de la oferta y la demanda, a más anuncios, más clientes de prostitución y, en consecuencia, más chicas y chicos invitados a prostituirse y ganar un dinero fácil. Si este “dinero fácil” lo cobran doce concursantes de Gran Hermano o de cualquier otro reality show, la prensa considera que es un hecho gravísimo al que hay que poner coto. No Coto Matamoros, quieren decir censura. Si Boris Izaguirre se queda en calzoncillos o, como mucho, enseña su micro pene durante un segundo a la una de la madrugada, la prensa lo señala con el dedo acusador y hace chistes sobre su condición de gay o sobre sus veleidades exhibicionistas. Si Telecinco monta un Hotel Glam con famosos y famosas como Pocholo, Yola Berrocal, Malena Gracia, Tamara o Dinio, los diarios “serios” (que no tienen sentido del humor ni entienden de cachondeo) claman unánimemente en su contra y advierten del peligro de que estos personajes casposos y freaks puedan convertirse en modelos sociales para los jóvenes de hoy, del riesgo de que estos “locos” que hablan de una mochila rota y estas “guarras” que hablan de una hipotética masturbación, conduzcan a nuestros inocentes infantes hacia un futuro de vicio y perdición, hacia una nueva Sodoma y Gomorra del siglo XXI. Ahora bien, si este dinero fácil lo cobran miles de chicas y chicos prostituyéndose, no pasa nada, estamos ante un caso que no tiene ninguna importancia... siempre que las administraciones de los diarios “decentes” ingresen la correspondiente comisión que antes cobraban los chulos y proxenetas, siempre que las prostitutas y prostitutos paguen este impuesto sexual también denominado “tarifa publicitaria”. ¡Ah! Y si el modelo social que nuestros jóvenes quieren adoptar es el de estos hombres y mujeres de alquiler, el de esas personas que llegan a cobrar más de un 6.000 euros al mes (un millón de las antiguas pesetas) vendiendo su cuerpo (desnudo, claro) por hora... esto no es ningún problema serio, es algo anecdótico, una nimiedad. ¡Lo grave sería que quisieran ser como Pocholo, Yola Berrocal, Malena Gracia, Tamara o Dinio! Lo criticable, por tanto, es ver unas famosas o pseudofamosas que enseñan las tetas en televisión en horas golfas, no el fomento escandaloso de esta esclavitud llamada prostitución; lo reprobable son las peleas de Aída Nízar, Kiko, Marta López, Carlos Yoyas o Patricia, no la invitación constante al sexo de pago que nos ofrecen sin cesar todos los periódicos españoles, desde los más conservadores a los más progresistas; lo vergonzoso son las trifulcas de Isabel Pantoja, Marujita Díaz, Jesulín, Belén Esteban o Nuria Bermúdez, no este alud de escandalosos anuncios que subliminalmente nos gritan a diario: “A follar, a follar, que El Mundo se acaba, vivimos en un País de Vanguardia, pero nuestro Periódico es como un ABC de la pornografía, aunque de momento no hay Razón para alarmarse”.

Ya va siendo hora de quitarnos las máscaras y poder hablar en voz alta de este tema y de cualquier otro, sea o no sea tabú. El hecho de que los periodistas y tertulianos practiquen ahora la autocensura o cedan ante las reales presiones que les impiden debatir con naturalidad sobre la próxima boda de Letizia Ortiz con el Príncipe Felipe, no significa que yo tenga que usar la misma mordaza. Hablemos claro: no puede ser que, leas el periódico que leas, en una página te encuentres con un articulista bienpensante que arremete contra “el abuso de sexo y violencia en televisión”, y tres páginas más adelante puedas recrearte con cientos de anuncios del tipo “te recibimos vestidas de colegialas, tú nos desnudas y nosotras te hacemos un masaje a cuatro manos hasta llegar al orgasmo”. Perdón por reproducir estas frases tan guarras, esta subespecie de relatos eróticos que son como el Kamasutra, pero en versión heavy. No somos nosotros los autores de este texto, ni de otros mucho peores que, rozando el porno duro, leemos con excitación cada mañana en los más prestigiosos rotativos. Seamos honestos. Mejor dicho, que sean honestos: o renuncian a los millones de euros que ganan los diarios con esta publicidad erótica y/o pornográfica, o asumen su papel de fariseos con doble moral. Y sobre todo, que los periodistas serios de la prensa seria no busquen la paja en el ojo ajeno (con perdón) porque tienen una inmensa viga en el suyo propio. Por cierto, José María Aznar, tan orgulloso de su exitosa guerra en Irak y tan combativo contra la telebasura, ¿no piensa denunciar este hecho y responsabilizar a los empresarios que se lucran con este sucio negocio? ¿Y la Conferencia Episcopal? ¿No recomendará, al menos a los diarios católicos, que dejen de publicar esta pecaminosa publicidad? ¿Y no hay Asociaciones que defiendan a los lectores de periódicos? Queda abierto el debate sobre la prensabasura. Se admiten aportaciones.

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