El artículo de la semana

Cómo se dejó morir Quiero TV

En las Navidades de 2001, los 200 empleados de Quiero TV, junto a sus directivos, se reunieron en la discoteca Pachá, de Madrid. Había grandes motivos para estar contentos, ya que ese mismo mes la televisión digital terrestre de pago, tras siete meses de andadura, había superado el techo de los 200.000 abonados. Ildefonso de Miguel, por entonces director general de la compañía, alabó los esfuerzos de la plantilla y les animó a trabajar duro. “Vamos a superar a Vía Digital y a Sogecable”, exclamó entusiasmado. Pero en la cúpula de Auna, el accionista mayoritario de Quiero TV (con un 49% de las acciones), se pensaba algo muy diferente. Y así se lo comunicaron al propio De Miguel, hombre de confianza de Auna desde sus tiempos de director general de Retevisión, la operadora de telecomunicaciones perteneciente también al grupo: “No nos interesa seguir en Quiero TV”. A partir de ahí empiezan las desavenencias entre los accionistas, que pronto se reflejarán en la gestión directa de la compañía. Auna plantea su decisión de vender su participación del 49% al resto de los socios de la plataforma, en la que participan la productora Media Park (con un 15%), el Grupo Planeta, a través de Sofisclave 98 (otro 15%), la británica Carlton (7,5%) y varias cajas de ahorros. Los socios minoritarios se vuelcan en buscar un inversor dispuesto a sustituir a Auna en el accionariado. En marzo, el grupo sueco Skandia (que había entrado en el accionariado de Media Park) hace una propuesta que parece contentar a todo el mundo menos a Auna, según explican distintas fuentes involucradas en la operación. La venta fracasa. Mientras, en el día a día de Quiero TV se empieza a reflejar la inestabilidad entre los accionistas. “Se crean dos bandos, el de Auna y el de todos los demás”, comenta un ex alto cargo directivo. “No hay estrategia clara, se cambia mucho de rumbo y se empieza a discrepar en los gastos”. La puesta en marcha de la televisión digital terrestre ha requerido unas inversiones de unos 90 millones de euros, cifra que los accionistas consideraban fácil de rentabilizar. Pero los costes se disparan con diferentes inversiones, como la de los descodificadores, fabricados por Interisa, Sagem y Thomson con las últimas innovaciones técnicas. Cada descodificador costó unos 800 euros, y Quiero encargó aproximadamente 300.000 unidades, lo que da un coste total de 21,6 millones de euros. Una gran parte está aún en el almacén de Quiero en Tres Cantos, como reconoce Fernando Ruano, director de ingeniería de la plataforma. (Continúa en la página 2) Artículo publicado en Cinco Días (13-04-2002)Artículo publicado en Cinco Días(13-04-2002)

Autor: Cristina Caballero / Luz Fernández

Las grandes campañas de publicidad acaparan el otro grueso de los presupuestos. La agencia Publicis se encarga de que la marca Quiero llegue a todo el mundo, con unas ofertas muy atractivas en precio. Por otro lado, hay que rellenar la parrilla con programación que haga la competencia a las televisiones por satélite, cuyo principal gancho es el fútbol, un hueso duro de roer. Gran Hermano es el gran éxito de Quiero, al conseguir los derechos para emitir este programa durante 24 horas. “Inexplicablemente, se comete la torpeza de compartirlo con Vía Digital”, comenta, aún hoy indignado, un ex alto cargo de la plataforma. La dirección de la compañía la pilota Ildefonso de Miguel, un ingeniero de Telecomunicaciones sin ninguna experiencia en medios. Los fichajes estrella del mundo de la televisión atraídos por Quiero a golpe de talonario se encuentran con las manos atadas. Las quejas sobre cómo se está llevando a cabo la gestión de la compañía se ponen sobre la mesa en los consejos de dirección, pero no se cambia el rumbo. En junio se plantea una nueva ampliación de capital de 90 millones de euros para cubrir gastos, pero el Grupo Planeta anuncia que no está dispuesto a poner más dinero. El hecho de que haya trascendido a la luz pública que Auna quiere vender su parte entorpece mucho la búsqueda de financiación. Ese verano, cuatro altos directivos presentan su dimisión, y acto seguido se despide a parte de la plantilla. José Manuel Lara decide entonces dimitir como presidente del consejo y apartar a Planeta definitivamente de la gestión. La plataforma va acumulando pérdidas y el número de abonados se convierte en un misterio, incluso para los propios directores de programación. Los 200.000 clientes conseguidos en las Navidades de 2001 son la única referencia, aunque la tirada de la revista de programación que Quiero envía a sus clientes no supera los 80.000 ejemplares. En noviembre se consigue reunir los 90 millones propuestos en junio, pero a esas alturas nadie cree ya en la viabilidad de la plataforma. Las decisiones están en manos de Auna, que además del 49%, tiene el apoyo de cajas de ahorros como la Kutxa y Caja de Ahorros del Mediterráneo, que arrinconan a los demás socios. Algunos directivos contrarios a Auna encargan un informe de audiencias a Corporación Multimedia que el comité de dirección guarda aún en un cajón. También se propone la elaboración de una auditoría, que nunca se llega a realizar. (Continúa en la página 3) Artículo publicado en Cinco Días (13-04-2002)Artículo publicado en Cinco Días(13-04-2002)

Autor: Cristina Caballero / Luz Fernández

Es entonces cuando se agudizan las especulaciones sobre posibles compradores, como Sogecable, el grupo francés Bouygues y Telefónica, aunque ninguna llega a cuajar. Pequeños accionistas consultados apuntan que Auna nunca tuvo una intención real de vender Quiero. La interpretación que hacen estas fuentes es que Auna no estaba dispuesta a dejar en manos de un competidor la única plataforma de televisión digital terrestre, que choca frontalmente con sus intereses en el negocio del cable, en el que lleva invertidos miles de millones y está totalmente estancado. “Auna no quería que cuando fuese a vender banda ancha a los hogares, éstos ya tuviesen el ADSL de Telefónica y la televisión digital de Quiero TV”, comentan fuentes cercanas a un accionista minoritario. Auna se encuentra en un callejón sin salida y sin una idea clara de qué hacer con Quiero. Hasta que el grupo soluciona sus propios problemas de accionariado, y el Santander Central Hispano incrementa su participación en el capital de Auna hasta el 23,49%. El banco nombra un consejero delegado para el grupo, Joan David Grimá, que se fija el objetivo de acabar con la patata caliente de Quiero. Grimá consigue que todos los accionistas, incluido Planeta, acudan a una nueva ampliación de capital de 230 millones de euros para cubrir la deuda que la televisión ha contraído sobre todo con los fabricantes de descodificadores, la central de medios y el centro de atención al cliente que gestiona las llamadas. Fuentes cercanas a la plataforma calculan que Quiero TV ha gastado unos 960 millones de euros desde su inicio, y que las deudas se elevan a 240 millones de euros. Todos los socios han perdido sus inversiones, pero hay quien cree que existe un beneficiario. Retevisión, la división de telecomunicaciones del grupo Auna, consiguió con Quiero TV su primer contrato para retransmitir la señal digital a toda España. La compañía emite las señales televisivas de todas las cadenas analógicas (con algunas excepciones), desde sus tiempos de empresa pública por unos nueve millones de euros. (Continúa en la página 4) Artículo publicado en Cinco Días (13-04-2002)Artículo publicado en Cinco Días(13-04-2002)

Autor: Cristina Caballero / Luz Fernández

Con Quiero firmó un contrato anual de 42 millones de euros, mientras que televisiones como Telecinco, obligadas por ley a emitir desde abril con tecnología digital, pagan tres millones. La contradictoria estrategia de Auna respecto a Quiero TV, según la tesis de estas fuentes, habría servido para que el grupo financiara la renovación de su red de antenas para retransmitir la señal digital, una inversión de unos 78 millones de euros. La última esperanza para la televisión de pago se llama Anschutz, un fondo de inversión norteamericano que está haciendo una auditoría en Quiero TV antes de proceder a su compra. Pero casi nadie en el entorno de la plataforma confía en que se lleve a cabo esta operación, y más bien se apuesta por una “liquidación ordenada”, de la que Auna ya ha hablado varias veces. A los acreedores se les ofrece una quita del 70%, y, tras liquidar las deudas, Quiero tendría que devolver su licencia, por la que recuperaría su aval de 30 millones de euros. Los trabajadores esperan expectantes, formando corrillos en los pasillos de la empresa, sin haber recibido aún una explicación oficial sobre el futuro de la compañía. Esta semana, desde la dirección de marketing se les envió un correo electrónico explicándoles la nueva estrategia del grupo. Debemos ayudar entre todos a reflotar la empresa, decía el correo. Su consejo era que se marcaran zonas de actuación para repartir publicidad de la plataforma en los buzones. El 25 de abril, si nadie lo impide, Quiero TV será finalmente liquidada. Una televisión pionera en interactividad

El edificio donde se asienta Quiero TV es puntero en tecnología y diseño. Radicado en Tres Cantos (Madrid), ponerlo en funcionamiento le cuesta a la plataforma entre 18 y 30 millones de euros al mes. Hay detalles significativos de los primeros y alegres tiempos de la cadena, cuando se instalaron pantallas de plasma en el centro de llamadas por valor de 15.000 euros cada una. También se contrató a Silvia e Israel, dos participantes de Gran Hermano, por 6.000 euros al mes para presentar un canal musical. A esto se sumaban unas ofertas para atraer abonados que tiraban los precios y regalaban los contenidos de pago por visión, con lo que los ingresos eran prácticamente nulos. El problema de Quiero TV no ha sido tanto la inversión, necesaria en un mercado virgen y que requiere alta tecnología, sino el no ser capaz de amortizarla. Muchas de estas ofertas atraían a una gran cantidad de personas, pero se lograba atender a un porcentaje muy bajo, como reconoce un ex alto cargo de la plataforma. Las quejas de los abonados por retrasos en las entregas y por la mala recepción en la señal han sido una constante en la breve historia de Quiero TV. Lo que nadie puede reprocharle a la compañía, sin embargo, es el haberse atrevido a experimentar con servicios interactivos, como el chat y el correo electrónico (que usan el 35% de sus clientes), que pocas empresas han puesto hasta ahora en marcha en Europa. Quiero tiene incluso un servicio de comida rápida a través de Comercomer.com, que permite encargar pizzas desde el televisor mientras se ven los programas. Su espíritu innovador llevó al equipo de tecnología a intentar instalar disco duro en los descodificadores, que hubiera permitido la descarga de películas para verlas sin interrupciones o parándolas cuando el espectador quisiera. Pero ese proyecto se abandonó cuando empezaron los enfrentamientos entre los socios. Quizás otro de los errores de Quiero, según expertos en televisión, es que no ha logrado comunicar todo el valor diferencial que aporta respecto a una televisión analógica. Pero lo peor que le ha pasado a Quiero es que no ha encontrado un gestor que le sepa querer. Artículo publicado en Cinco Días (13-04-2002)Artículo publicado en Cinco Días(13-04-2002)

Autor: Cristina Caballero / Luz Fernández

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