Sabios de Vertele (4)

Mikel Lejarza: “Sean modernos”

Hablar de “crisis de TVE” no es acertado. TVE tiene problemas, y muy serios: económicos, de dimensión y de modelo y su pérdida de hegemonía en las audiencias es palpable, pero sus contenidos no son peores que los de otras cadenas y, pese a todo, sigue siendo la cadena líder y preferida por un mayor número de españoles (según datos de esta temporada que ahora va a terminar). TVE tiene problemas y graves, pero la crisis no le es achacable en exclusiva, porque lo que realmente hay que revisar es el marco audiovisual español en su conjunto, dándole a TVE la importancia capital que en él tiene, pero no la exclusividad del problema. En España tenemos más cadenas públicas y menos privadas que en otros países. Hay una televisión pública endeudada, sin modelo propio y, la mayor parte de las veces, instrumentada por los gobiernos de los que depende; un sector industrial precario y nada competitivo fuera de nuestras fronteras; una altísima saturación publicitaria; poca oferta en abierto y la existente muy similar; incumplimientos constantes de la legislación en materia publicitaria, de programación, de defensa de la infancia, grandes vacíos legales, casi todo lo nuevo ha fracasado o se ha paralizado... Es el modelo audiovisual español el que hay que definir por completo, porque el actual es esto lo que ha producido. TVE tiene que ser el motor a la hora de establecer ese nuevo modelo audiovisual. La TV pública debe crear estilo y ser elemento esencial a la hora de contribuir a crear una nueva situación, estableciendo nuevas pautas en contenidos y en relación con el sector independiente de producción, impulsando la modernización y la pluralidad del medio, creando espacios para todos y en los que tenga cabida aquello que sea nuevo.

Estoy a favor de que exista TV pública, pero en España hay comunidades en las que hay cuatro canales públicos y sólo dos privados; esto es, el doble de sector público que de privado en abierto, una evidente exageración sin parangón en ningún otro lugar de Europa. Soy partidario, por tanto, de cambiar esta relación y llevarla a parámetros más europeos y equilibrados. El mercado televisivo español en abierto es pequeño y hay que abrirlo más. Es como en el fútbol: abriendo el juego, éste es más atractivo que cerrándolo. La creatividad no tiene límites, es el mercado quien los tiene. Y en España el mercado es muy pequeño. Abrirlo traería más competitividad, menos abusos de posición dominante, más pluralidad de contenidos y oferta, más trabajo, menos saturación publicitaria; en definitiva, un sector mejor y, por tanto, más capacitado para exportar sus creaciones que en la actualidad. Creo que es esencial que haya más canales privados, y para ello habría que estudiar qué posibilidades reales hay desde un punto de vista técnico y si para incrementar la oferta privada es necesario o no reducir la pública. Pero lo importante me parece abrir el sector a más iniciativas que las actuales. La televisión, la posibilidad de emitir por televisión, es un bien escaso y que el Estado ha concedido. La comunicación no puede ser sólo un negocio. Convertir algo que afecta a toda la sociedad en sólo un negocio privado de venta de publicidad o influencia pública partidista a cambio de audiencia no es defendible. Es bueno que haya empresas privadas económicamente fuertes, porque eso les evitará dependencias y podrán ejercer más libremente sus tareas informativas. Pero su trabajo no puede limitarse a conseguir dicha fortaleza, deben tener líneas editoriales que tengan en cuenta el servicio a la sociedad. Porque hay dos maneras de entender a la audiencia: como un mercado que conquistar, o como ciudadanos a quienes servir. Las televisiones privadas no pueden caer en la dependencia total de la primera posibilidad, olvidando la segunda o relegándola a una mera estrategia de marketing ocasional, pese a las sinceras intenciones de algunos de sus promotores. De igual manera, considero un error creer que la televisión pública se plantee en términos alejados de la realidad social a la que obedece. Hubo hace años un candidato a la alcaldía de París que propuso como método para arreglar los problemas de esa gran ciudad “trasladarla al campo”. Me temo que ésa pueda ser la dirección de algunas buenas y equivocadas opiniones respecto a la televisión pública. Trasladar la televisión a otro mundo ajeno a aquél en el que está, deslocalizándola y alejándola de la sociedad más que poniéndola en contacto con ella. Espero que eso no ocurra. TVE tiene una audiencia media esta última temporada del 23%. Habrá que concluir que, si A3 y T5 con menos audiencia obtienen enormes beneficios, que una cadena que les supera sea una ruina no sólo puede deberse a que “hace más cosas”, sino a que hay un problema evidente de estructura y de gestión. Además, su programación no lidera la creatividad del sector, ni sus informativos son considerados los más plurales, ni es el motor de la industria privada del audiovisual, ni un referente cultural... Demasiados problemas que no sólo son exclusivos de TVE, sino también de la mayoría de cadenas públicas de la Forta. Por eso considero que lo que hay que cambiar es el modelo audiovisual en su totalidad y en ese cambio la TV pública es un buen comienzo que debería servir de ejemplo y liderazgo para una renovación mucho más amplia. Lo peor de la actual situación de la TV pública es que sirve como justificación para otros males. La industria audiovisual en su conjunto es esencial a la hora de hablar de modernización e incluso de riqueza económica y cultural de un país y, por tanto, nos jugamos mucho como sociedad a la hora de establecer los parámetros con los que se tiene que regir. Y quien tiene que dar la pauta, el ejemplo a imitar, debe de ser la TV pública. Harían bien los políticos en entender la importancia de este debate y de ser capaces de pactar un modelo que sirva a estos objetivos comunes más allá del uso partidista que se hace de la TV pública siempre, tanto desde los gobiernos como desde la oposición. No soy quién para dar consejos a nadie pero, puesto que Vertele amablemente me da la oportunidad, ahí va uno para quienes tengan que decidir sobre el modelo de la TV pública: apuesten por una televisión con una estructura menos pesada y costosa, independiente de los gobiernos de turno y, sobre todo, contemporánea para conectar con la sociedad actual, al tiempo que para ser el lugar donde todo lo nuevo pueda comenzar. El debate no es entre derecha o izquierda política. En ambos lados hay amantes del pasado que nada quieren cambiar. La clave pasa por ser modernos en el mejor sentido del término y no conservadores, apostando porque la TV pública tenga futuro convirtiéndose en el motor que nos conduzca a él. Y para ello no sirven ni las estructuras ni las ideas del pasado, por mucho que suenen a reivindicación de un paraíso perdido frente a la realidad actual. Simplemente, sean modernos. Apuesten por lo nuevo; las cosas no están nada bien, así que habrá que inventar algo. No sólo para TVE, sino para todo el sector en su conjunto. Mikel Lejarza

Socio Consejero del Grupo Arbol Otras entregas anteriores: -Mainat: “Señor Bustamante, estoy enfadado”

-Alejandro Perales: “La privatización parcial carece de sentido ahora”

-Enrique Bustamante: “La frívola imprudencia del Sr. Mainat”

-Josep M. Mainat: “La inexperiencia del Comité de Expertos de RTVE”

-Eduardo García Matilla: “Merecería la pena preguntarse a quién le interesa la televisión pública y para qué”

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