Opinión
Cinco razones por las que 'Glee' ha sido capaz de trascender a las tragedias

Fotograma de 'Glee'

Laura García Higueras

“Don't stop believin”. Cualquiera que haya visto Glee sabe que esta frase, “no dejes de creer”, y su canción, original de Journey, son el lema más profundo de la serie. Y sí, seguramente ya la estaréis tarareando, sacudidos por la nostalgia, interpelados por lo que la ficción supuso para cada uno en el momento en el que viajó junto a ella a su etapa del instituto. Su banda sonora, personajes, tramas y romances, por simples que puedan sonar en una enumeración, vertebran la emocionante experiencia derivada de su visionado. Los latidos se tornan en compases que siguen al coro de jóvenes protagonistas mientras evocan un pasado tremendamente ligado al presente.

La triste noticia de la muerte de Naya Rivera ha vuelto a reavivar los nada constructivos titulares sobre la “maldición de Glee”. Es cierto que, por desgracia, el fallecimiento de la intérprete de Santana no es la primera tragedia que acecha al equipo de la serie. Cory Monteith (Finn) murió por una sobredosis de heroína y alcohol semanas antes del inicio de la producción de la quinta temporada; tres años más tarde se encontró a Mark Salling (Noah Puck Puckerman) asfixiado por ahorcamiento tras declararse culpable de un delito de posesión de pornografía infantil; en 2019 se destapó un caso de maltrato por parte de Blake Jenner (Ryder) a su expareja, también del reparto, Melissa Benoist (Marley).

Sin desmerecer el drama de semejante historial -ni mucho menos banalizarlo-, hemos querido explicar por qué Glee ha sido capaz trascender más allá de las tragedias que le han acompañado. Por qué, en lo que estrictamente a la ficción se refiere, sigue siendo un fenómeno desde su estreno en 2009 y desenlace en 2015. Sus 121 episodios (disponibles en Netflix) dejaron un legado que cuesta compendiar. Sabemos que uno de los grandes pilares de la serie fue demostrar que a veces es mucho más sencillo y sincero expresarse con canciones, pero intentaremos aun así estar a la altura mediante “solo” palabras escritas.

1. Un plantel de personajes entre los que cuesta elegir favorito

En Glee es muy complicado mojarse y escoger a un único favorito entre sus personajes. Los New Directions acogieron en su grupo a personas tan dispares como la entrañable y egocéntrica Rachel (Lea Michele), el quarterback bonachón Finn (Cory Monteith), el único homosexual reconocido del instituto William McKinley Kurt (Chris Colfer), el elegante Blaine (Darren Criss), la capitana de las animadoras Quinn (Dianna Agron), la malota Santana (Naya Rivera), la aparentemente poco avispada pero talentosa Brittany (Heather Morris), la todoterreno Mercedes (Amber Riley), la gótica Tina (Jenna Ushkowitz), el prometedor director de cine Artie (Kevin McHale), el jugador y bailarín Mike (Harry Shum Jr,), el matón Noah Puckerman (Mark Salling) y el dulce Sam (Chord Overstreet), por citar solo a algunos.

Analizando los adjetivos utilizados para describirles brevemente, es fácil pensar que cada uno remite a un estereotipo. El mérito de Glee, y de sus creadores Ryan Murphy, Brad Falchuk e Ian Brennan, fue conseguir un arco narrativo con los que hacerles justicia, generar niveles de empatía y lograr que, aunque la pareja Finn-Rachel gozase de un escalón más alto en cuanto a protagonismo, todos tuviesen su espacio para quererles, y también odiarles. Por eso es difícil quedarse con un favorito, lo que a la vez puede entenderse como una virtud si tenemos en cuenta que sus guiones se sostienen por un grupo coral en el que, a nivel interpretativo, cumple al unísono. La serie sirvió para lanzar sus carreras, especialmente la de Colfer, que se alzó en 2011 con el Globo de Oro al Mejor actor de reparto. Una ceremonia en la que Jane Lynch (Sue Silvester) se llevó el galardón homónimo en la categoría femenina, y en conjunto, fueron reconocidos como Mejor Serie de Comedia o Musical.

2. Su canto a la diversidad y al valor de ser uno mismo

Desde el inicio de la serie, los personajes de Glee despiertan una ingente ternura en quien se sienta a conocer al primer grupo de pardillos que se suman al coro de Will Schuester. No son los más populares de la clase, más bien todo lo contrario, pero cantan bien, disfrutan haciéndolo y, desde luego, necesitan un espacio en el que poder desarrollar su talento, compartirlo y sentirse seguros. El elenco es diverso porque lo son sus personajes, entre los que se incluyen de diferentes razas, religiones y orientaciones sexuales, además de un protagonista en silla de ruedas que hace vida normal en el colegio y una chica con discapacidad.

Pero ahondemos en el tema de la visibilidad LGTBI, porque más adelante se incluye a una alumna transexual (Alex Newell) con la que se aprovecha a poner el tema sobre la mesa, de lleno, tanto por cómo le afecta a ella como a su entorno. Otro punto fuerte es la pareja que conforman Kurt y Blaine. En nuestro análisis de la representación en televisión a propósito del último Orgullo, desde FELGTB (Federación Española de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales), resaltaron la importancia de crear referentes positivos. Claro que Glee pone el foco en el bullying que el primero sufre en el colegio -hasta el punto de cambiarse- pero no solo eso. A medida que avanza la ficción, se inscribe en otro centro en el que la homofobia está denostada y prohibida; y conoce al que acaba siendo el amor de su vida, para el que su orientación sexual no le ha generado ningún problema. Aunque sea una trama importante, Kurt no está definido únicamente por su orientación sexual, y lo es cada vez menos a medida que avanzan las temporadas.

El otro gran ejemplo es Santana. La animadora, una de las chicas más populares, descubre que es lesbiana; enseguida su relación con Brittany les alzó como necesarios iconos lésbico y bisexual, respectivamente. Todo ello enriquecido por la voz que se les da a cada personaje para expresar qué y cómo se sienten. Hablando de, sobre y para muchos.

3. El profesor que todos merecíamos: Will Schuester

No fue el primero ni será el último profesor inspirador de la ficción, pero Will Schuester (Matthew Morrison) es el verdadero motor de Glee y los New Directions. Él es quien coge el relevo del coro cuando su anterior líder es despedido en el primer capítulo de la serie. Hasta ese momento su labor se reducía a ser profesor de español y, la oportunidad de tomar las riendas del grupo de canto le abre una puerta dentro de su propia vida. Es único a la hora de derrochar humanidad y motivar a sus alumnos. Se implica, les invita y prácticamente obliga a que crean en ellos mismos.

En sus clases consigue generar un ambiente en el que las jóvenes promesas pierdan el miedo a expresarse, entiendan qué quieren transmitir y lo hagan con la mayor verdad posible. Él es quien les prepara para los campeonatos de coro estatales y nacionales, que imprimen un añadido de reto que le viene muy bien a la serie para generar incertidumbre y celebrar como auténticos mundiales cada victoria. Eso sí, el aprendizaje es aún más relevante en las derrotas, y es que aunque sea amable, Glee no construye un camino de rosas para sus personajes, a los que no les faltan obstáculos dignos de la vida misma. Reseñable es a su vez su defensa a ultranza de las artes, peleando cada temporada a las amenazas de acabar con el grupo para convertir su sala de ensayo en una con ordenadores.

A través de Will, se reivindica que hay vida más allá del instituto y que los vínculos no tienen por qué desaparecer. Se aleja de la falsa promesa de “seguir en contacto” que no suele cumplirse, haciéndola realidad. Cuando algunos de sus ex alumnos triunfan en Broadway o cualquier otro rincón de Estados Unidos, es el primero que viaja para asistir, orgulloso, al estreno que toque.

4. Su amplio abanico de temas y debates

Por los pasillos de Glee ha habido espacio para abordar temas, además de la visibilidad LGTBI, como el bullying, el suicidio, la frustración, la política, el divorcio, los embarazos no deseados, la muerte, los trastornos alimenticios -aunque estos podrían haber estado mejor tratados- la discapacidad, las armas y el maltrato, entre otros. Apuestas que alejan a la serie del canon preconcebido sobre lo que una ficción juvenil debe reflejar. Sus adolescentes son complejos y, al tiempo que van teniendo que hacer frente a diferentes situaciones, crecen. Por supuesto, este es su punto fuerte porque no pretende dogmatizar, ni dividir el mundo entre quienes lo hacen todo bien o todo mal. No se polarizan actitudes y todos tienen las mismas oportunidades para equivocarse, darse cuenta y redimirse.

La música, su particular sentido del humor y un tono que da cabida a creer en un mundo mejor, ayudan. Glee genera adeptos porque es agradecida de ver, va directa al corazón. Y no porque ofrezca un discurso facilón bajo el lema del “si quieres, puedes”. Va más allá, rompe con las máximas que dicen que “debes hacer lo que se espera de ti” o que “tienes que que triunfar y esforzarte lo máximo puedas”. Aquí lo importante es la libertad para encontrar qué es lo que cada uno quiere y saber que los caminos son dispares e igualmente válidos. Aceptarse y saber que una decisión a los 17 no tiene por qué cambiar tu vida para siempre, que puedes llegar al que se espera sea tu primer año de universidad sin haber sido aceptado en la escuela con la que soñaste, y a la vez necesitar más años para encontrar tu vocación, si es que la tienes. Que no pasa nada por no pisar bien a la primera, y que precisamente por ello, la presión insana y enfermiza del “¿ya sabes qué vas a hacer?” es principalmente fuente de consecuencias negativas. Y para ello, escucharse -si es en canciones, mejor- es la mejor ayuda, no siempre explorada, posible.

5. Su repertorio y números musicales

Por si no había quedado claro todavía, Glee es una serie eminentemente musical. Cada capítulo incluye su propio repertorio de canciones en las que hay espacio para artistas como Lady Gaga, Michael Jackson, Aretha Franklin, The Beatles, Whitney Houston, Paramore, Britney Spears, Madonna, Florence and the Machine, Queen, Billy Joel, Prince, Adele, ABBA, U2, Bonnie Tyler, The Rolling Stones, Bruno Mars y un largo etcétera al que se suman musicales como Grease, Chicago, The Rocky Horror Show, Funny Girl, Rent, West Side Story y Dreamgirls. Quizás el mayor mérito haya sido conseguir versiones de la amplia lista de temas con personalidad propia y cuya producción musical se ha tomado muy en serio.

Aunque conscientes de que es muy difícil seleccionar cuáles han sido los mejores números, despedimos este tributo a Glee con una breve y humilde selección, a la que sabemos añadiríais unas cuantas más (sabed que nosotros también).

  • 'Dont Stop Believin'
  • 'We Are Young'
  • 'Valerie'
  • 'Defying Gravity'
  • 'Smooth Criminal'
  • 'Somewhere Only We Know'
  • 'I'm a Slave for you'
  • 'Somebody to love'
  • 'Bring him home'
  • 'Gloria'
  • 'The scientist'
  • 'Teenage Dream'
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